El Real Madrid sacó bandera blanca ante el Shakhtar y ganó por la mínima un partido en el que mereció una goleada de escándalo. Trubin, el portero visitante, se convirtió en el héroe del equipo ucraniano mientras Vinicius, Benzema y compañía perdonaron un saco de goles. A los de Ancelotti, que cuentan los partidos en esta Champions por victorias, les bastó con los goles de Rodrygo y Vinicius para lograr una victoria cómoda pero pírrica.
Ancelotti es un viejo zorro. Sabe que en el Real Madrid con un empate empiezan los debates y dos son una crisis. Por eso no quiso rotar ante el Shakhtar, víctima propiciatoria para un Bernabéu con su traje de Champions, y colocó una alineación que sería la de gala con los asteriscos del lesionado Courtois y de Modric, recién restablecido de su sobrecarga muscular y que afilaba el exterior de su diestra en el banquillo por si era necesario su concurso. El resto, todos titulares.
Con Lunin bajo los palos ante sus compatriotas, a la defensa regresaba Militao para formar pareja con Alaba. Carvajal y Mendy seguían en los laterales. Por delante, también Fede Valverde regresaba a su hábitat más natural como interior junto a Tchouaméni y Kroos. Arriba, los dos muchachos brasileños, Rodrygo y Vinicius, escoltaban a un Benzema dispuesto a zanjar cualquier sospecha sobre su estado. Ya le tocaba y a Karim la Champions le sienta mejor que un traje a James Bond.
Nos dieron las nueve en el Bernabéu y arrancó el partido. El Shakhtar saltó a jugar, por primera vez en su historia, con once ucranianos. Cosas de la guerra que provocaron el éxodo de su legión de brasileños. Dominó el Real Madrid con prisa por pasaportar el duelo por la vía rápida. Replegaron filas los ucranianos, que cavaron una trinchera defensiva en torno a su área. A los blancos les iba a costar romper esa muralla. Paciencia.
Con el campo inclinado hacia el área del Shakhtar el Real Madrid dibujaba un 4-2-4 con cuatro delanteros como en los tiempos del cuadrado mágico de Luxemburgo: Vinicius y Valverde en los costados, Rodrygo y Benzema por el centro. Y así, como quien no quiere la cosa, llegó el gol a los trece minutos. Tchouaméni condujo por el centro y encontró a Rodrygo emboscado entre jugadores del Shakhtar. Como no tenía ningún compañero cerca, tiró la pared con Stepanenko, que se la dejó como a Fernando VII. El brasileño aprovechó el regalo para sacar un disparo raso que no pudo (aunque debió) parar el meta Trubin.
Rodrygo golpea primero
El 1-0 no alteró los planes de ninguno de los dos equipos. Siguió atacando el Madrid y defendiéndose replegado el Shakhtar. Vinicius se gustaba con regates de Superliga. Salivaba el Bernabéu. Y Benzema tiraba taconazos com si bailara claqué. Los ucranianos, superadísimos, ni siquiera daban una mala patada. Karim, con el Real Madrid cómodo y desmelenado, la tuvo en el 24 pero esta vez sí la sacó Trubin.
Tres minutos después no perdonaría Vinicius. El brasileño abrochó una jugada de videojuego del equipo de Ancelotti en la que participaron Tchouaméni, Benzema, Valverde, Rodrygo y el propio Vinicius. Todo fue a un toque mientras los jugadores del Shakhtar perseguían sombras. Era el segundo y no tenía pinta de que el Real Madrid fuera a ofrecer un armisticio.
Valverde primero, Vinicius después y luego Benzema tuvieron el tercero antes de la media hora. El Real Madrid estaba desatado y el Shakhtar, desarmados. Luego Vinicius y Benzema volvieron a perdonar el tercero y a agigantar a figura de un Trubin que supo sobreponerse a su error en el primer gol y que en media hora ya había evitado al menos cuatro tantos cantados del equipo de Ancelotti.
Perdonada la goleada, el Shakhtar también tuvo su minuto de gloria antes del descanso. Los ucranianos, en una contra en la que el Real Madrid se durmió en pleno, trazaron un golazo a un toque que culminó Zubkov con una media volea desde el área grande ante la que Lunin reaccionó demasiado tarde. A Ancelotti se le vio jurar en arameo.
El Madrid perdona y se duerme
El gol, puro accidente, picó en su orgullo al Real Madrid, que tuvo otro par de ocasiones antes del descanso. Erraron Vinicius y Benzema, así que el duelo, que los de Ancelotti hubieran merecido cerrar al descanso con un set a favor, se fue con un pírrico y exiguo 2-1. El Bernabéu se comió el bocadillo con el regusto de lo bonito que jugó su equipo y el sabor amargo de los goles desperdiciados.
Terminó el entreacto y el Bernabéu volvió a alzar el telón. Y el Real Madrid siguió fallando goles uno detrás de otro. Tantos que casi se come el 2-2 en una contra del Shakhtar en la que Mudryk arrancó las pegatinas a Carvajal y luego entre Alaba, Mendy y Lunin evitaron males mayores. Ancelotti no se lo podía creer.
El Madrid volvió a su plan de cada día: buscar a Vinicius para que hiciera su jugada. Y las hacía, pero Benzema había decidido homenajear a Higuaín y seguir fallando goles. Como hizo Rodrygo en el 63 en un mano a mano con Trubin, que sacó la ídem abajo para evitar el tercero. Y luego Vinicius también la echó fuera dentro del área cuando lo fácil habría sido marcar gol.
El Real Madrid bordaba el fútbol pero se le hacía de noche en el área. Y el partido, como los presupuestos de Pedro Sánchez, estaba sin cerrar. En el 74 hizo Ancelotti su primer cambio: Camavinga por Tchouaméni. El Bernabéu se debatía entre la inquietud y el aburrimiento. El Shakhtar, de perdidos al río, empezó a merodear el área del Madrid.
Carletto, que no daba crédito a lo que veían sus expertos ojos, metió a Asensio por un tocado Rodrygo. Ya estábamos en el 80 y al Real Madrid se le había enredado un partido de goleada. Transcurrieron los minutos finales y el Shakhtar, en un arranque final de orgullo, intentó un empate imposible. Por suerte para el Madrid no lo logró porque habría sido un varapalo dejarse dos puntos en un duelo en el que dio un recital de fútbol… y de fallar ocasiones. Las dos últimas, de un Benzema que estuvo peleado con el gol como en sus peores días.